Es un castillo muy bonito y con unas vistas impresionantes. Solo salir a la terraza del salón o de la habitación a tomar un té o leer un libro es una experiencia especial. Está bien cuidado y dada la situación actual con los protocolos impecables, desayunaba sola todos los días, lo que me daba tranquilidad. No puedo decir nada que no me gustara aunque eché de menos una chimenea encendida en el salón, supongo que para los pocos que estábamos y por los protocolos eso no tenía mucho sentido. Recomiendo su visita aunque sea para comer, la gastronomía es fabulosa y los vinos locales muy buenos.