Al llegar es emocionante ver la entrada, aunque un poco descuidada demuestra el lujo de lo que fue un gran hotel en los 50. El estacionamiento es amplio y no hay valet parking lo que en lo personal lo agradezco. El Lobby es pequeño pero funcional y austero pero elegante. El servicio de la recepción fue rápido y amable, así como el del botones que nos llevó el equipaje. El hotel es muy viejo pero se ha logrado mantener en buenas condiciones en la mayoría de las áreas generales. Me llamó la atención una placa de metal que atestigua que el hotel fue inaugurado por el propio presidente de México Lic. Adolfo Ruiz Cortinez en 1955. Nuestra primera decepción, fue el elevador en el cual apenas caben 4 personas muy apretadas, pero se entiende por lo viejo del hotel. Llegamos a nuestra habitación de un precio de $3,800.00 por noche por lo que mi expectativa era encontrar una habitación acorde al precio pagado, pero fue todo lo contrario. La habitación olía a caño. Las camas son tamaño matrimonial. El baño parece el de un cuarto de servicio. El mobiliario se ve de un hotel de menos de la mitad de su precio. No hay ni un solo cajón para guardar ropa. Tuve una pequeña emergencia médica en la noche y no me pudieron conseguir alguna pastilla, y me dijeron que a las 2 de la mañana saliera a comprar algo. Se me hace totalmente irresponsable que no te puedan ofrecer una aspirina. Por todas partes se ven arreglos baratos. Un tubo que no va, una resanada, un foco diferente. No recomiendo nada.