Hotel familiar en una zona tranquila de San Petesburgo, a unos 10 minutos andando de la estación de tren y del metro, cerca de un mercado, restaurantes, cafés poco turísticos y por ello frecuentados por locales
Nuestra habitación, para cuatro, era amplia y luminosa aunque es baño era un poco pequeño, pero todo muy limpio.
A pesar de la barrera del idioma, puesto que no todos hablaban inglés, se esforzaron por entendernos y hacerse entender y por ayudarnos en todo lo que pudiéramos necesitar.
Puede que el hecho de no estar en el centro para algunos sea una desventaja, pero para nosotros fue todo lo contrario, el trato familiar, la vida de barrio compensaron de sobra el paseo extra.